Monday, November 27, 2006

UN Mensaje Para La Vida Espíritual


La Vida tiene Momentos de Crecimiento, aquí una reflexión profunda y evangelizadora.

Es habitual en el mundo en el que vivimos que cuando alguien quiere conseguir un prestigio para su vida, alcanzar altos puestos en la sociedad con posibilidades de dominio o influencia sobre los demás, busque la mejor oportunidad para darse a conocer, se valga de todas las influencias posibles de personajes que considera importantes, así encontrar el momento más oportuno para darse a conocer y así se le tenga en cuenta y pueda alcanzar aquello que tanto desea.

Aparentemente, al menos, según los criterios de este mundo, no buscó Jesús el momento más importante para dar a conocer cual era su misión y podríamos decir su lugar. Maniatado y preso ante Pilatos, con multitud de acusadores detrás de El, que lo que buscaban era su muerte, no era precisamente el momento más oportuno para decir que El era Rey, ante la pregunta de Pilatos, como escuchamos en el Evangelio. ‘¿Eres tu el Rey de los judíos?... con que ¿tú eres Rey?’

Pero ante la sorpresa de Pilatos por tal afirmación, Jesús viene a aclarar muy bien que su Reino no era de este mundo, no era a la manera de los reinos de este mundo. No se basaba en el poderío de ejércitos y guardias que lo defendieran, sino que El a sí mismo se presentaba como el auténtico y único testigo de la verdad. ‘Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos’.

El sabía bien cuál era su misión y había venido explicando muy bien en qué consistía el Reino de Dios que estaba anunciando, aunque la gente no terminara de entender. Su vida misma: naciendo en un humilde establo en Belén, la mayor parte de su vida viviendo encerrado en un pequeño pueblo de Galilea como era Nazaret; la gente de la que se había rodeado cuando había salido a anunciar el Reino de Dios: gente humilde y sencilla, unos pescadores y otros marginados y despreciados de la sociedad por su anterior situación; los que le seguían y le escuchaban: paralíticos, leprosos, pecadores, gente humilde y sencilla del pueblo... estaba manifestando esa distinta manera de ser del Reino de Dios que anunciaba.

Con parábolas había tratado de explicar las características de ese Reino. Lo compara con una humilde semilla sembrada a boleo en los campos, una red echada al mar, un banquete de bodas al que todos están invitados, incluso los que se encuentran por los caminos y los pordioseros, o un puñado de levadura que se mezcla con la masa.

Los mismos signos que va realizando, los milagros, en que lo que quiere principalmente es que cambie el corazón del hombre, y si da luz a los ciegos, viene a decirnos la nueva luz que nos trae, o si libera de las trabas de sus pies al inválido es para decirnos como El nos libera con su perdón la peor esclavitud que puede encerrar el corazón del hombre, si limpia al leproso de su mal es para decirnos cómo el con su perdón nos limpia y dignifica con nueva vida, nos van manifestando lo que El quiere que sea ese Reino de Dios anunciado e instaurado.

A los discípulos más cercanos y a los que va a confiar la misión de estar al frente de esas nuevas comunidades que van a nacer, El les enseña que no tienen que actuar como los poderosos de este mundo, buscando honores y primeros puestos, sino que el estilo del que deben impregnar su vida es el del servicio y del amor, porque ser importante es hacerse el último y el esclavo de todos.

El estilo de vida que han de tener los que pertenezcan a ese reino será el amor y la comunión, la comprensión y el perdón con toda la generosidad del corazón, la búsqueda de la verdad como la mejor transparencia de la vida y el hacer el bien y la justicia en todo momento, porque es la forma mejor de dar gloria a Dios y vivir en ese Reino nuevo. ‘Buscad el reino de Dios y su justicia, que lo demás se os dará por añadidura’.

Su Reino no es de este mundo, no solo porque no es al estilo de los reinos de este mundo, sino porque trasciende este mundo y lo que es nuestra vida terrena para sentir que Dios es nuestro único Señor y al único que tenemos que adorar. Es reconocer que Dios es el único centro y el único Señor de nuestra vida y que sin El no tendría ningún sentido, y solamente en El es donde vamos a encontrar la mayor plenitud.

Celebramos, hoy como culminación de todo el camino recorrido a través del año litúrgico, la solemnidad de Cristo Rey. Hoy contemplamos, celebramos, adoramos a aquel que siendo de condición divina, se rebajó hasta hacerse hombre, pasando por uno de tantos, el último de todos, hasta morir por nosotros en la Cruz, y por eso lo contemplamos levantado sobre todo como el único Señor y Rey de nuestra vida. El con su sangre derramada en la cruz nos liberó de nuestros pecados. Es el Primogénito de entre los muertos, el testigo fiel, el Príncipe de los reyes de la tierra, el que vendrá entre las nubes del cielo, a quien se le dio todo poder, honor y reino.

Queremos en verdad que El sea nuestro Rey y Señor. Queremos vivir en su Reino.

TEXTO ENVIADO POR EL SACERDOTE ESPAÑOL. Pbro.Carmelo Hernández.