Sunday, January 04, 2009

DRAMATIZACIÓN ACERCA DE EXTRACTOS DEL PRINCIPITO. Litúrgia Penitencial Enero 2009


LA HUÍDA
N. 1: La historia que yo estoy viviendo,N. 2: nuestra historia,N. 3: la de todos,N. 1: se parece mucho a la de aquel principito que vivía en un pequeño planeta.N. 2: Pero el final es diferente.N. 3: El final lo elige cada uno.
Todos: Somos libres de elegir el camino que queramos.

Voz 1: Pero ya no podemos seguir siendo niños.
Voz 2: Ya va siendo hora de despertar.Voz 3: ¿Hasta cuándo seguiremos en nuestro pequeño planeta?
N. 1: El principito era feliz en su planeta. Apenas tenía preocupacio­nes.N. 2: Procuraba que su planeta estuviera limpio, arrancaba con cui­dado las malas hierbas antes de que
crecieran demasiado,N. 3: y cuando estaba triste le gustaba contemplar las puestas de sol.N. 1: Pero un día apareció algo misterioso en su planeta.N. 2: Algo que le iba a hacer salir de sí mismo.N. 3: Era nada menos que... ¡una rosa!

Voz 1: Nuestra vida empieza a cambiar cuando descubrimos que no estamos solos.
Voz 2: Empezamos a madurar cuando renunciamos a ser el cen­tro de nuestro mundo.
Voz 3: Cuando descubrimos que alguien necesita de nosotros.


Rosa: ¡Ah!, acabo de despertarme... Perdóname... Todavía estoy des­peinada...
Principito: ¡Qué hermosa eres!
Rosa: ¿Verdad? Y he nacido al mismo tiempo que el sol... Creo que es la hora del desayuno.
¿Tendrías la bondad de acordarte de mí?


Voz 1: ¡Vaya, principito! te has encontrado con alguien que necesita de ti.
Voz 2: Y eso, en el fondo, es molesto.
Voz 3: Porque te hace olvidar tus problemas, y has de estar pendien­te del otro.

Poeta: En el «meeting» de la humanidad millones de hombres gritan lo mismo:
¡Yo, yo, yo, yo, yo, yo!... ¡ Yo, yo, yo, yo, yo, yo!...
«Cu, cu, cantaba la rana; cu, cu, debajo del agua!... ¡Qué monótona es la rana humana!
¡Qué monótono es el hombre mono! ¡ Yo, yo, yo, yo, yo, yo!...
Y luego: A mí, para mí; en mi opinión, a mi entender. ¡Mi, mi, mi, mi!
Y en francés hay un ¡«Moi»! ¡Oh!, el «moi» francés, ¡ese sí que es grande! «Monsieur le moi».
La rana es mejor: ¡Cu, cu, cu, cu, cu, cu! Sólo los que aman saben decir: ¡Tú!

Rosa: Siento horror a las corrientes de aire. ¿No tendrías un biombo?
Principito: Pues no es una suerte para una planta. Esta flor es bien complicada...
Rosa: Por la noche me meterás bajo un globo. Aquí hace mucho frío. Hay pocas comodidades... ¿Y el biombo?
Principito: ¡Lo iba a buscar, pero como me estabas hablando...!


Voz 1: Principito, te estás cansando ya de esa rosa, ¿verdad?
Principito: Me molesta tener que hacerle tantas cosas y encima que no me lo agradezca.
Voz 2: Al fin y al cabo, ¿qué te ha dado ella?
Principito: Pues..., aparte de su aroma y lo que adorna mi planeta, ¡sólo molestias!
Voz 3: ¿Y por qué vas a estar obligado a cuidarla?
Principito: Podía haberse escogido otro planeta para nacer. Yo esta­ba muy cómodo antes de venir ella. ¿Cómo voy a ser feliz así?

N. 1: El principito decidió marcharse. Quería buscar la felicidad.
N. 2: Dejaría allí aquella rosa tan molesta.
N. 3: Seguramente en otras partes podría encontrar amigos que le hicieran feliz y llegaría a conocer muchas cosas.

Principito: Adiós.
Rosa: Lo siento. He sido una tonta. Te pido perdón. Procura ser feliz...
Pues sí, te quiero, aunque no lo hayas sabido. Pero no tiene importancia. Procura ser feliz. Si has decidido partir, vete.

Voz 1: Cuando las cosas van mal, lo más fácil es huir.
Voz 2: El que vive sin problemas, nunca dejará de ser niño.
Voz 3: Es difícil amar, sin esperar nada a cambio.
Voces: Pero sólo crecerás si sabes darte a los demás.

2. La búsqueda

N. 1: Y el principito comenzó la búsqueda. Se encontraba en una región de asteroides, diferentes todos
ellos, pero todos con algo de atractivo; así que a ellos se dirigió para instruirse.

PODER

N. 2: El primer asteroide era el del poder. En él había un rey, sentado en un trono muy sencillo pero majestuoso.

Rey: ¡Ah! He aquí un súbdito.
Principito: ¿Cómo puede reconocerme si nunca me ha visto antes?

N. 3: El principito no sabía que para el poder el mundo está muy simplificado. Todos los hombres son súbditos.
Rey: Acércate para que te vea mejor.
Es contrario al protocolo bostezar en presencia del rey. Te lo prohíbo.
Principito: No puedo impedirlo. He hecho un largo viaje y no he dormido.
Rey: Entonces te ordeno bostezar. Los bostezos son una curiosidad para mí.
Principito: Eso me intimida..., no puedo...
Rey: ¡Hum! ¡Hum!, Entonces te... te ordeno bostezar o no bostezar...
Principito: ... Majestad, le pido perdón por interrogarle.
Rey: Te ordeno interrogarme.
Principito: Majestad, ¿sobre qué reina?
Rey: Sobre todo.
Principito: ¿Y todo le obedece?
Rey: Naturalmente. Pero para que mis órdenes puedan ser cumplidas, han de ser razonables, y para que sean razonables he de esperar a que las condiciones sean favorables.
Principito: Bueno, no tengo nada más que hacer aquí. Me voy.
Rey: Espera. ¡Quédate! Te hago ministro.
Principito: ¿Ministro de qué?
Rey: De... ¡de justicia!
Principito: ¡Pero no hay a quien juzgar!
Rey: Te juzgarás a ti mismo. Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar a los demás. Si logras juzgarte bien a ti mismo eres un verdadero sabio.
Principito: No gracias, no necesito quedarme aquí para eso… adiós.

Voz 1: ¡El poder! ¡Qué grande es el poder!
Voz 2: ¡Estar más arriba! ¡Tener muchos a quien mandar!
Voz 3: ¡Ser obedecido sin rechistar!
Voz 1: ¡Que me pidan permiso! ¡Que se humillen ante mí!
Voz 2: ¡Que todos cumplan mi voluntad!
Voz 3: La ley del más fuerte, mientras los otros sean más débiles.
Voz 1: Lo que importa es llegar alto, acercarse a la cúspide.
Voz 2: Abajo se quedan los esclavos.
Voces: Alguien dijo que lo mejor era un círculo.
Donde todos estuviésemos a la misma altura.
Donde todos nos viésemos las caras.
Alguien dijo que el mayor debía ser el servidor de los demás.
Y quien quisiera ser el primero, se pusiera en el último lugar.

Voz 3: Pero esto, ¿quién se lo toma en serio?


VANIDAD

N. 1: El segundo planeta era el de la vanidad. Su ocupante ensegui­da le vio venir.
Vanidoso: ¡Ah! ¡Ah! ¡He aquí la visita de un admirador!
Principito: Buenos días. ¡Qué sombrero tan raro tienes!
Vanidoso: Es para saludar. Para saludar a cuantos me aclaman. Des­graciadamente, nunca pasa nadie por
aquí.
Principito: ¿Ah, sí?
Vanidoso: Golpea tus manos, una contra la otra.
(El principito aplaude. El vanidoso saluda levantando el sombrero).
Principito: Esto es más divertido que la visita al Rey. (Vuelve a aplaudir y el vanidoso vuelve a saludar, y así varias veces).
Vanidoso: ¿Me admiras mucho verdaderamente?
Principito: ¿Qué significa admirar?
Vanidoso: Admirar significa reconocer que soy el hombre más her­moso, mejor vestido, más rico y más inteligente del planeta.
Principito: ¡Pero si eres la única persona en el planeta!
Vanidoso: ¡Dame ese gusto! ¡Admírame lo mismo!

Principito: Bueno... te admiro. Pero, ¿por qué puede interesarte que te admire?

Voz 1: Si tú no tienes un celular,
Voz 2: muchos objetos,
Voz 3: ropa de marcas,
Voz 1: buena casa,
Voz 2: muebles de estilo,
Voces: ¡eres un pobre hombre!
Voz 1: Si tú no eres rico,
Voz 2: feliz,
Voz 3: instruido,
Voz 1: elegante,
Voz 2: culto,
Voz 3: libre,
Voz 1: interesante,
Voz 2: deportista,
Voz 3: inteligente.
Voces: ¡Haz como si lo fueses!
Voz 1: Si tú no sabes mentir,
Voz 2: hacerte valer,
Voz 3: codearte con gente importante,
Voz 1: venderte caro,
Voz 2: ser bien visto,
Voz 3: defenderte,
Voz 1: hacerte respetar,
Voz 2: robar elegantemente,
Voces: ¡eres un fracasado!

EVASION

N. 2: El planeta siguiente era el de la evasión. En él había tres personas en vez de una, pero las tres estaban separadas, las tres inmóviles.
N. 1: Uno de ellos era un bebedor. Estaba sentado ante una mesa, en medio de una colección de botellas vacías y una colección de botellas llenas.
Principito: ¿Qué haces ahí?
Bebedor: Bebo.
Principito: ¿Por qué bebes?
Bebedor: Para olvidar.
Principito: ¿Para olvidar qué?
Bebedor: Para olvidar que tengo vergüenza.
Principito: ¿Vergüenza de qué?
Bebedor: ¡Vergüenza de beber!

N. 1: El segundo habitante de este planeta era un drogadicto. Con los ojos en blanco, como ausente, con una jeringuilla vacía al lado.

Principito: Y tú, ¿qué haces? ¿Por qué no te mueves?
Drogadicto: No puedo. Estoy atado.
Principito: ¿Atado? ¿Te podría desatar yo?
Drogadicto. Oh, no! Pero sí me podrías ayudar si me trajeras droga. Necesito droga, cada vez más. Empecé tomando poca cosa, para olvidarme de mis problemas, para viajar a un país de ilusión. Ahora ya no puedo desengancharme. ¡Estoy atado! ¿Me puedes traer droga tú? ¡Te daré lo que me pidas!

N. 2: El tercero estaba absorto, con los ojos fijos ante algo que parecía una caja.

Principito: ¿Qué miras? (silencio).
¡Oye! ¿Estás sordo? ¿Por qué no me saludas?
Teleadicto: ¿Qué? ¡Ah! No te había visto. Perdona, pero no puedo atenderte. Esto está muy interesante.
Principito: Pero, ¿qué es eso?
Teleadicto: ¿No lo sabes? Es un televisor. Te lo dice todo. Con él puedes saber cómo son las flores, los animales, lo que hacen las personas...
Principito: ¿Y por qué no vas tú mismo a verlos? Si estás ahí quieto, ¿para qué te sirve lo que te enseña esa caja?
Teleadicto: Pues... bueno... ahora no puedo pensar en ello. Me estoy perdiendo este programa.
Principito: (alejándose) Decididamente, estas personas son muy extrañas.

Voz 1: para estar a la moda hay que saber de videojuegos,
Voz 2: crees que es la mejor forma de relacionarte con otros…
Voz 3: a través de un juego en red donde unos son los policías y otros los ladrones,
Voz 1: terminas el juego cuando todos los personajes están muertos
Voz 2: y otro día ha pasado de comunicación virtual,
Voz 3: sin captar en ningún momento cómo se sentía tú amigo,
Voz 1: llegando a tu casa sin saber ya cuál es el mundo real,
Voz 2: en que vives en la computadora,
Voces: o en el calor de tu hogar.
TENER

N. 3: El cuarto planeta se llamaba «tener». Había allí un hombre de negocios, muy ocupado.

Principito: Buenos días. Su cigarrillo está apagado.
Negociante: Tres y dos son cinco. Cinco y siete, doce. Doce y tres, quince. Buenos días. Quince y siete, veintidós. Veintidós y seis, veintiocho. No tengo tiempo para volver a encenderlo. Veintiséis y cinco, treinta y uno. ¡Uf! Da un total, pues, de quinientos un millones seiscientos veintidós mil setecientos treinta y uno.
Principito: ¿Quinientos millones de qué?...
Negociante. ¡Eh! ¿Estás siempre ahí? Quinientos millones de... Ya no sé... ¡Tengo tanto trabajo! Yo soy serio, no me divierto con tonte­rías. Dos y cinco, siete...
Principito: ¿Quinientos millones de qué?
Negociante: En los cincuenta y cuatro años que habito este planeta, sólo he sido molestado tres veces. La primera fue hace veintidós años por un abejorro que cayó Dios sabe de dónde. Produjo un ruido espantoso y cometí cuatro errores en una suma. La segunda fue hace once años por un ataque de reumatismo. Me hace falta ejercicio. No tengo tiempo para moverme. Yo soy serio. La tercera vez... ¡hela aquí! Decía, pues, quinientos un millones...
Principito: ¿Millones de qué?
Negociante: Millones de esas cositas que se ven a veces en el cielo.
Principito: ¿Moscas?
Negociante: No hombre, cositas que brillan.
Principito: ¿Abejas?
Negociante: ¡No, hombre! Cositas doradas que hacen desvariar a los holgazanes. ¡Pero yo soy serio! No tengo tiempo para desvariar.
Principito: ¡Ah! ¿Estrellas?
Negociante: Eso es. Estrellas.
Principito: ¿Y qué haces tú con quinientos millones de estrellas?
Negociante: ¿Que hago?
Principito: Sí.
Negociante: Nada, Las poseo.
Principito: ¿Posees las estrellas?
Negociante: Sí
Principito: ¿Y para qué te sirve poseer las estrellas?
Negociante: Me sirve para ser rico.
Principito: ¿Y para qué te sirve ser rico?
Negociante: Para comprar otras estrellas, si alguien las encuentra.
Principito: Yo poseo una flor que riego todos los días. Poseo tres volcanes que deshollino todas las semanas. Es útil para mis volca­nes y es útil para mi flor que yo los posea. Pero tú no eres útil a las estrellas...

Voz 1: quieres ser alguien en la vida,
Voz 2: y te esfuerzas por estudiar…
Voz 3: necesitas un buen promedio,
Voz 1: para llegar a ser un excelente profesional,
Voz 2: para poder tener una casa, un carro y muchas cosas más,
Voz 3: poseer, poseer, poseer; el lema más actual
Voz 1: no importa cómo lo obtengas y sin los demás no tienen ni pan,
Voz 2: tú te esforzaste más que ellos,
Voces: para llegar donde estás.


VIOLENCIA

N. 1: El quinto planeta proporcionó un buen susto al principito, que según se acercaba oyó varios estampidos, y el extraño saludo de un hombre parapetado tras un grueso muro.

Violento: ¡Alto! ¡Manos arriba! No me fío de ti.
Principito: ¡Hola! Soy un viajante. Sólo quiero hacerte una visita.
Violento: Seguro que eres de «los otros». Vienes a espiar.
Principito: ¿Quiénes son los otros?
Violento: Son los que no piensan como yo. Ellos son los causantes de todo el mal. Habría que matarlos a todos. Ese es mi lema: Todo aquel que no piensa como yo es un enemigo.
Principito: Pero, ¿has hablado con ellos? Tal vez no son tan malos como te parecen.
Violento: ¿Hablar? Lo mejor es convencerlos por la fuerza. Si aumen­to mis armas, ellos no se atreverán a atacarme.
Principito: ¿Cómo sabes que intentan atacarte? Si ya no tienes más Sitio en el planeta para poner más armas. Seguramente, si en vez de amenazas les ofreces ayuda, nadie te atacaría.
Violento: Está claro que eres de su bando. ¡Aléjate pronto!

Voz 1: la violencia es mucho más que darle un golpe a alguien,
Voz 2: es herir, es burlarse del otro sin piedad…
Voz 3: es no escuchar, ni entender una distinta realidad,
Voz 1: y creerse uno el dueño de toda la verdad.


Ahora se invita a los alumnos a ubicarse en uno de los planetas con el cual se identifican, cada uno expresa de esta forma las fallas más llamativas que tiene. Una vez que cada alumno está en el planeta que escoge, se prosigue.







3. El Encuentro

N. 1: Al fin el principito había llegado a un planeta más grande que los anteriores. Se llamaba tierra. Y fue a caer justo en el desierto.
N. 2: Hasta ahora había tenido poca suerte en su búsqueda. Había salido en busca de amigos y no los había encontrado. Había ido a conocer cosas, y todo le parecía inútil.
N. 3: Ahora se encontraba solo. Sin amigos, sin aquella rosa que tanto le importunaba pero que, al fin y al cabo, le había hecho sentirse necesario.


Zorro: Buenos días.
Principito: Buenos días.
Zorro: Estoy acá, bajo el manzano...
Principito: ¿Quién eres? ¡Qué bonito!
Zorro: Soy un zorro.
Principito: Ven a jugar conmigo. ¡Estoy tan triste!...
Zorro: No puedo. No estoy domesticado.
Principito: ¡Ah!, perdón... ¿Qué significa «domesticar»?
Zorro: Tú no eres de aquí. ¿Qué buscas?
Principito: Busco a los hombres. ¿Qué significa «domesticar»?
Zorro: Los hombres tienen fusiles y cazan. Es muy molesto, ¿sabes? También crían gallinas, y esto les hace interesantes. ¿Buscas galli­nas?
Principito: No. Busco amigos. ¿Qué significa «domesticar»?
Zorro: Es una cosa demasiada olvidada. Significa «crear lazos».
Principito: ¿Crear lazos?
Zorro: Sí, verás. Para mí no eres todavía más que un muchachito semejante a otros cien mil. Y no te necesito. Y tú tampoco me necesitas. No soy para ti más que un zorro semejante a otros cien mil zorros. Pero, si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Seré para ti único en el mundo...
Principito: Empiezo a comprender. Hay una flor... Creo que me ha domesticado...
Zorro: Es posible... Mi vida es monótona, ¿sabes? Cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domes­ticas, mi vida se llenará de sol. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros. Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra. El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves allá los campos de trigo? Yo no como pan. Para mí el trigo es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es muy triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso! El trigo dorado será un recuerdo de ti. Y me gustará el ruido del viento en el trigo... ¡Por favor... domestícame!
Principito: Bien, quisiera, pero no tengo mucho tiempo. Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.
Zorro: Sólo se conocen las cosas que se domestican. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada. Compran cosas hechas en las tiendas. Pero como no existen tiendas que vendan amigos, los hombres ya no tienen amigos. Si quieres un amigo, ¡domestícame!
Principito: ¿Qué hay que hacer?
Zorro: Hay que ser muy paciente. Al principio te sentarás un poco lejos de mí, así, en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. La palabra es fuente de malentendidos. Pero, cada día, podrás sentarte un poco más cerca...

N. 1: Al día siguiente volvió el principito.
Zorro: Hubiese sido mejor venir a la misma hora. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitado e inquieto; ¡descubriré el precio de la felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón... Los ritos son necesarios.
Principito: ¿Qué es un rito?
Zorro: Es también algo demasiado olvidado. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días: una hora, de las otras horas.

N. 1: De esta forma el principito domesticó al zorro. Pero la hora de la partida llegó:

Zorro: ¡Ah!... Voy a llorar.
Principito: Tuya es la culpa. No deseaba hacerte mal, pero quisiste que te domesticara...
Zorro: Sí.
Principito: ¡Pero vas a llorar!
Zorro: Si.
Principito: Entonces, no ganas nada.
Zorro: Gano, por el color del trigo... Ahora vete y mira a las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.

N. 2: El principito se fue a ver a las rosas.

Principito: No son en absoluto parecidas a mi rosa: no son nada aún. Nadie las ha domesticado y no han domesticado a nadie. Son como era mi zorro. No era más que un zorro semejante a cien mil zorros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es el único en el mundo...

N. 3: Y volvió hacia el zorro:

Principito: Adiós.
Zorro: Adiós. He aquí mi secreto. Es muy sencillo. Sólo con el cora­zón se puede ver bien. Lo esencial es invisible a los ojos.
Principito: Lo esencial es invisible a los ojos.
Zorro: El tiempo que perdiste por tu rosa hace que tu rosa sea tan importante.
Principito: El tiempo que perdí por mi rosa...
Zorro: Los hombres han olvidado esta verdad. Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa...
Principito: Soy responsable de mi rosa...

Voces: Sólo con el corazón se puede ver bien.
Voz 1: Lo esencial es invisible a los ojos.
Voz 2: Los hombres han olvidado esta verdad.
Voz 3: Por eso viven de apariencias.
Voz 1: Por eso llaman amor a lo que sólo es egoísmo.
Voz 2: Y luchan por el poder para hacerse servir.
Voz 3: Y se preocupan tanto por la fama y el prestigio.
Voz 1: Y se dejan dominar por el placer y la comodidad.
Voz 2: Y están esclavizados por el afán de tener cada vez más.
Voz 3: Y creen en el «ojo por ojo y diente por diente».
Voces: Por eso hay tantos asteroides solitarios, muy lejos unos de otros.



Voz 1: Pero nosotros sabemos dónde está la verdad.
Voz 2: Nos la dejó bien clara aquel hombre: JESUS.
Voz 3: El hombre que mejor supo ver con el corazón.
Voces: El nos dijo: Amaos unos a otros como yo os he amado.
Voz 1: Quien quiera ser el primero, sea el servidor de los otros.
Voz2: Cuando hagas algo bueno, hazlo de forma que no te vean.
Voz3: Acepta tu cruz de cada día.
Voz 1: Comparte tu dinero con los pobres.
Voz 2: No te dejes llevar por la venganza.
Voz 3: También nos dijo que los más felices son aquellos que el mundo llama desgraciados:
Voz 1: Los de corazón pobre, los pacíficos, los sencillos,
Voz 2: los que sufren, los que luchan por la justicia, los que saben perdonar,
Voz 3: los limpios de corazón, los perseguidos por ser honrados.
Voces: En definitiva, los que saben amar de veras.
Voz 1: Estos son los creadores de un mundo mejor para todos.
Voz 2: Estos son los que eligen ser libres y rompen los muros.
Voz 3: Estos son los auténticos HOMBRES NUEVOS.
Voces: ¿Por qué no empezamos a ser Hombres Nuevos?

Dices que el Evangelio no sirve, que no aporta ninguna mejora, que no va con los tiempos de ahora, que su sitio es la jubilación. Te diré que no tienes ni idea; es tu vida un regalo del cielo, si vivirla merece la pena, el camino lo da el Evangelio.

Es amor, eterno amor. Es la vida, eterna vida.
Te da luz, te da riqueza, y alegría que da fuerza.
Está cerca cada momento, ayer y hoy, buen compañero,
y tendrás siempre en tus manos la respuesta a tus por qués.

Dices que lo importante es ser rico, que no sirve vivir de ilusiones, que consigues lo que te propones, que la vida no da para más. Te diré que no tienes ni idea: es tu vida un regalo del cielo, si vivirla merece la pena, el camino lo da el Evangelio. ES AMOR...


Los alumnos se van ubicando en el planeta soñado por Jesús después de hacer un compromiso.

Una vez que se han ubicado todos ahí se canta…