Sunday, August 17, 2008

MEDITEMOS SIMBOLICAMENTE . LA MUJER SAMARITANA. 2008


Todos conocemos aquel pasaje de la Biblia en que Jesús atravesaba Samaria. Era mediodía, y Jesús, cansado del camino, se sentó junto al brocal de un pozo. Me imagino unos árboles gigantescos, que daban un estupenda sombra, un pozo que se antojaba precisamente por el calor, por la sed que sentía Jesús. Y, mientras sus discípulos iban a comprar de comer, Él se quedó allí sentado. Aquí ya hay una aplicación a nuestra vida: Jesús sentado o, por lo menos, junto al camino de tu vida. ¿Cuanto tiempo te habrá estado esperando Jesucristo? ¿Para qué? Para que llegues, quizás, con tu cántaro vacío. Todos los días vas a buscar agua como aquella mujer samaritana, una agua que, quizás, no te llena, que no te sacia, más aun, que cada vez te deja mas sediento. Y ya sabes lo que significa esa agua que no te quita la sed: son todas aquellas cosas materiales que no son Dios.Cuando la samaritana, con su cántaro en la cadera o en la cabeza, se acercó al pozo, vio que había allí un judío y, como no se trataban los samaritanos y los judíos, pensó tomar el agua, no dirigirle ni una palabra y regresarse a la ciudad. Por eso, Jesús comienza un diálogo difícil, pidiéndole: “¡Dame de beber!” La sorpresa fue mayúscula en la cara de esta mujer. “¿Cómo tú, siendo judío, me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?” Esta expresión la podemos nosotros traducir de esta manera: “Mira, Señor, déjame tranquilo tal como estoy. Puede que no ande muy bien, pero prefiero seguir así y no complicarme la vida. ¡Dame de beber! Dios tiene sed, y tú puedes calmar esa sed. Jesús le responde: “Si conocieras el don de Dios y quién te pide de beber, tú le pedirías a Él, y Él te daría agua viva”. Si conocieras el don de Dios... Esta frase es muy profunda; quería decir: No conoces. De hecho, no conocemos lo que significa ser cristianos; pensamos que equivale a cumplir una larga y pesada serie de mandamientos, y no a vivir una entrañable amistad con Cristo, Dios y Hombre. Consideramos el cristianismo una religión aburrida y sosa, y no algo interesantísimo, emocionante, capaz de transformar a un hombre o a una mujer y de hacerlos profundamente felices y fuertes.¿Cuándo llegará ese día feliz, en que conozcamos el don de Dios? Los que lo conocen, no lo olvidan jamás. Como decía Charles de Foucault: “Desde que conocí a Dios, no pude menos que entregarme a Él”.“SI conocieras...” También Jesús nos dice esta expresión: Si conocieras quién es el que te pide de beber. No conocemos a Cristo y, por eso, no lo amamos; le seguimos muy a regañadientes. Es evidente que nadie ama lo que no conoce. A lo sumo conocemos a un Cristo de cartón, aprendido de memoria, algo así como una pieza de museo, un Cristo aguafiestas, poco simpático; pero ese Cristo que está en tu mente no existe, es falso; por eso no te mueve. Ciertamente que el Cristo que arrastró a San Pablo, a Santa Teresa, a María Magdalena, a todos los santos, no fue un Cristo de cartón, sino un Cristo vivo, el Cristo del Evangelio: Cristo, Dios y Hombre, el que es la medida exacta de nuestras aspiraciones, que llena de felicidad, que le da pleno sentido a la vida; un Cristo que es el ideal de la vida, y será algún un día el premio, nuestro premio eterno. Ese Cristo se conoce o no hay nada que hacer. Cuando se conoce verdaderamente a ese Jesús, el hombre o mujer más vulgares y miserables se transforman en santos. Ahí está María Magdalena, una mujer pública convertida en santa; ahí está Agustín, aquel hombre inquieto y vicioso que, al convertirse dijo: “Tarde te amé, ¡oh Belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé!”. Como diciendo: ¡Lástima de haber perdido treinta y un años sin conocerte y sin amarte! O lo que decía el profeta Jeremías: “Tú me sedujiste, Señor, y yo me dejé seducir”.Jesús dice: “Si conocieras...pedirías, y Él te daría...” Le pedirías de rodillas, con lágrimas, con angustia todos los días hasta alcanzarlo. Pero también se puede decir: Si no conoces, no pides, y no te dan. Él te daría agua viva... El agua viva significa todo lo más hermoso y todo lo más grande que podamos tener en la vida: la gracia, la conversión, la salvación eterna y el sentido profundo de la existencia, la felicidad verdadera. Todo esto te interesa, es lo más importante para ti. Pues bien, el te daría todo esto, si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber.Tu le pedirías a Él, y Él te daría esa agua viva. A mí me ha tocado en bastantes ejercicios espirituales participar en experiencias de almas que han encontrado esa “agua viva” y así, por ejemplo, quiero leer algún cuestionario de algunas de estas almas que han hecho la experiencia. Por ejemplo la de este hombre, que escribe una carta a Dios: “Hasta dónde tuve que llegar para voltear a ti. Cómo se necesitó me enviaras un mensaje tan marcado para que viera yo que lo único verdadero y valedero en este mundo eres Tú. Cuando vi a mis ofensores dispuestos a matarme, jamás pensé que allí estuvieras Tú. El llegar a mí en esa forma fue algo realmente muy difícil, muy difícil de creer. En escasos dos minutos, lo que duró el atraco, descubrí el valor de mi existir, que no había descubierto en treinta y un años de vida. ¡Cuantas cosas pasaron por mi mente, en esos dos minutos! Nunca en tan poquito tiempo había pensado tantas cosas: el tambalear entre la posibilidad de que me matasen o no, me golpearan, me hacieran esto o lo otro, y dependiendo de la decisión del asaltante, mi existir estuvo en un hilo.Después de que me asaltaron me quedo inmóvil con la ira y el coraje, maquinando cómo buscar a los asaltantes y recuperar lo robado. Pasaban los días, y aumentaba cada vez más mi coraje, y aún no volteaba a Dios, y, por fin, me di cuenta de que fue un pago exageradamente bajo lo que pagué con lo que me robaron para voltear a Dios y convertirme al Señor, y ver lo que tengo que recuperar en forma urgente, que es la vida de mi alma y mi paz con Dios.Ahora doy gracias a las personas que me asaltaron porque me abrieron los ojos a una gran riqueza que tenía guardada y que no se llevaron los rateros, que es mi alma viva y mi unión con Dios. Que gracias a esos dos minutos de incertidumbre, pegaditos a poder morir, me cambió la vida; pues en esos instantes vi que no estaba listo para encontrarme con Dios, pues mis cuentas eran únicamente saldos rojos. Dios mío, yo sé que no permitiste que pasara nada más, porque algo quieres de mí. Y porque seguro estoy de que me estás dando otra oportunidad de salvar mi alma, salvar la de mis prójimos o la de quien tenga a mi alcance. Aquí estoy Dios mío, dispuesto a seguir tus pasos”. Desde luego que no es nada fácil tener una experiencia de conocimiento de Dios en un atraco. Pues bien, este hombre la tuvo.Aquí tengo otro caso, es de una muchacha a quien su padre había decidido correrla de su casa. En aquel retiro había pocas; y yo les dije que lo íbamos a suspender por esa razón; pero ellas me insistieron tanto en que no lo suspendiera, que hicimos un trato: “Tomen el teléfono y, si logran doblar el número - eran seis-, podremos tener el retiro.” En la vida he visto gente tan pegada al teléfono y con tanta carga de motivación para invitar a otras personas. Resultaron ser más de veinte niñas al final para el retiro. Una de las que llegó venía acompañada de su mamá... llorosa, y me dijo: “Padre, a ver qué pueden hacer por mi hija, porque mi esposo la quiere correr de la casa”. Yo le dije: “Ud. rece, y vamos a ver qué sucede”. Fue un retiro normal como tantos otros, en el que se habló de Cristo, del agua viva de Cristo, en concreto dimos esta meditación de la Samaritana, y aquí tengo las palabras del cuestionario de salida.“Al salir de aquí me voy con una profunda paz espiritual, cosa que realmente me hacía falta; creo que será inolvidable esta experiencia, pues Dios me llegó en el preciso momento, y he vuelto a creer en Él.Con respecto al fruto que me llevo, es el de haber podido tomar una resolución que me parecía muy difícil o, más bien, imposible. No flaquearé en lo que he decido, pues El me brindó su ayuda y realmente no puedo fallarle. Comenzaré una nueva vida. Yo sé que me va a costar; me voy a tropezar con miles de obstáculos; me voy a enfrentar nuevamente a un ambiente horrible. Pero lucharé por salir a flote. La forma en que Dios me ha tendido la mano me ha emocionado muchísimo, y yo corresponderé a su bondad para conmigo siendo un ejemplo en todo lo que me ha enseñado. Creo que es la mínima cosa que puedo hacer como muestra de gratitud. Me siento feliz por haber vuelto a creer y por estar al comienzo del buen camino nuevamente”. Obviamente el papá de esta niña nunca la corrió de su casa.El te daría agua viva... Pero la mujer no era fácil de convencer ¿Dónde tienes esa Agua viva? Ella, la Samaritana no lo creía, y tú tampoco lo crees, y por eso te pierdes lo mejor de tu vida. También nosotros le decimos a Cristo: “¿Dónde tienes esa agua viva?, que equivale a decirle: ¿acaso si yo cambio de vida, acaso si yo me hago más cristiano voy a ser más feliz? ¡No lo creo! Conozco lo que me puede dar la vida, porque lo he palpado y experimentado, pero tu “agua viva” no la he probado. ¿En dónde está?” La mujer añadió con una cierta ironía: “¿Eres tú más que nuestro Padre Jacob, que nos hizo este pozo y del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?” Nosotros le decimos a Cristo: “¿Eres tú más interesante que las cosas humanas, que los placeres, que las drogas, que la botella, que el dinero, que la fama? ¿Ofreces cosas mejores que el mundo? ¡No lo creo! Porque el mundo me da diversiones, pasatiempos, mil cosas, dinero, poder, placer. ¿Tienes tú algo mejor?”Jesús podría haberle respondido que Él vivía antes que Jacob y que podría hacer mil millones de pozos mejores que aquél. Pero se fue por otro lado, y le dijo: “El que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; en él surgirá un manantial, una fuente que saltará hasta la vida eterna”. Palabras que dejaron pensando a la mujer.El que beba de esta agua... ¿Qué significa? Que, si sigues viviendo como has vivido, seguirás teniendo hambre y sed. Nada te calmará esa hambre ni esa sed. Así sucede con el pecado: uno va feliz a su encuentro, se imagina que va a calmar su sed, la sed de sus pasiones. Pero, después del pecado, ¿cómo se siente? Con la amargura dentro, el vacío, la tristeza y la desesperanza. El hastío es el premio y el salario del pecado, porque es muy efímero ese placer del pecado. Y Jesús dice. “ no tendrá sed jamás...” Una de dos: O es un gran mentiroso, y entonces dejémoslo en paz, como a tantos y a tantos maestros de nuestro tiempo que nos prometen el cielo, y nos dejan después un sabor amargo en la boca y en la vida, o realmente nos dice la verdad. Por si acaso, ¿por qué no le damos a Jesucristo la oportunidad de demostrarnos que realmente tiene el “agua viva”? Tú que le has dado la oportunidad a la botella, al sexo, a la droga, a la pachanga, al dinero, al poder, ¿por qué no le das a Jesucristo, al menos una vez, la oportunidad de que te hable, de que te haga sentir y experimentar lo del “agua viva”? Los santos son los que realmente nos podrían decir qué es el agua viva. Son los que la han experimentado, los que la han probado. Pensemos en San Pablo: “Para mí el vivir es Cristo y el morir una ganancia”. Pensemos en estas otras palabras: “Cristo es mi Dios, mi gran amigo, mi compañero, mi padre, mi grande y único amor y la única razón de mi existencia”.Ante estas palabras de Jesús, parece que la mujer se ablanda un poco, porque le responde de esta forma: “-Dame, Señor, de esa agua para que no vuelva a tener sed-.”Si conocieras, pedirías... Ya está pidiendo. ¡Cómo han cambiado las cosas en el curso de la conversación! ¡Qué distancia desde aquella pregunta displicente: “¿Cómo tú siendo judío, -un tú despectivo- me pides de beber a mí, que soy una mujer samaritana?”, hasta esta petición respetuosa en que le llama “Señor”! Es ya un alma abierta, dispuesta a la sinceridad y a la disponibilidad. Entonces puede hablar nuestro Señor. Ojalá tú también tengas la sinceridad, costosa sinceridad, de decir a Cristo: Dame Señor, también a mí de esa agua para que no vuelva a tener sed. Es verdad, Señor, que se vuelve a tener sed, siempre que se bebe en otras fuentes. Por eso vengo en estos ejercicios a ti Cristo, sediento de paz, sediento de amor, de felicidad, de vida eterna; y es una sed incontenible que me da fiebre. Vengo cansado de buscar inútilmente por otros caminos. No he encontrado la verdad de la vida y de las cosas. No he encontrado el amor verdadero ni el sentido de la vida ni la felicidad lejos de ti.Aquí tengo otro testimonio, verdaderamente aleccionador, que les quiero leer: “Señor y Padre mío, te doy gracias por haberte encontrado, por haber visto tu luz en mi camino que tan oscuro estaba, por haber dado agua a mi alma que tan sedienta de amor estaba. Señor, te busqué muchas veces, y me venía el desencanto, porque no buscada en donde debía. Puse mi amor en cosas y personas, y solo vacío sentí. Pero Tú me diste la gracia de poder escucharte, decir mi nombre y seguirte; me quitaste mi ceguera, y te encontré en mi corazón. Allí estuviste siempre, y yo no me di cuenta. Contesté a tu llamado más tarde de lo que hubiera querido. ¡Cuanta soledad, cuanto resentimiento, cuanta falta de amor, cuanta desesperanza, cuanta inseguridad, cuanto dolor y remordimiento me hubiera ahorrado! Por eso hoy, Señor, te doy las gracias, porque, aunque sea al final de mi vida, Tú me esperaste para que te siguiera; y no cambio mi presente ni mi radiante juventud por mis canas. Porque joven me sentía más vieja que hoy. Porque hoy hay luz, esperanza en mi vida. Porque ya nada me puede seducir, si no es tu amor tan fiel, tan grande, que me lleva a caminar junto a ti hacia el Padre. Mi vida anterior no era vida, vegetaba, era espectadora de la vida; dependía mi risa y mis lágrimas de las acciones de los demás, y yo no vivía. No tenia vida propia, pero Tú, Señor, no te diste por vencido y volviste a tocar mi corazón, y por fin te escuché. Gracias, Señor”. Y añade al final: “Padre, si mi Dios no me hubiera prometido la vida eterna, con esta paz y este amor que me da, me serían suficientes.”Son palabras hermosas, palabras salidas del corazón, por lo tanto, verdaderas. Cuando hay esta sinceridad con Jesucristo entonces puede ocurrir el milagro; puede surgir la fuente de “agua viva” en este momento. Jesús le dice lo siguiente: parece como que cambia de conversación, pero ya veremos que no: “Anda, llama a tu marido y ven acá”. Cristo va al grano, a su problema, para darle solución. Era como decirle: “Mira, mujer, te voy a dar el agua viva, como me lo has pedido, pero hay un obstáculo.” Y por eso toca el punto del matrimonio. Ella dice: “No tengo marido”, y no añade más. Jesús le completa la situación: “Has dicho la verdad. Has tenido cinco maridos, y el que ahora vive contigo no es tu marido”. ¡Qué ojos pondría la samaritana al escuchar estas palabras! En seguida añade: “Veo que eres un profeta”. ¡Fíjense cómo ha cambiado de un tú despectivo a llamarle Señor respetuosamente; ahora sabe que es un profeta, y aun queda más.Ella, al sentir que le tocan el punto que le dolía, se cierra, y dice: “Señor, tengo una duda de fe. Ustedes dicen que hay que adorar a Dios en el templo de Jerusalén, y nosotros aquí, en el Monte Garizín - ¿Dónde hay que adorar a Dios?- Jesús mansamente le responde así: -“Mira, Dios está en todas partes, y lo puedes adorar en el templo de Jerusalén, en este monte, en tu casa, en todas partes.”- Otra duda: -“ Yo sé que el Mesías está por llegar. Cuando Él venga, nos dirá todo lo que tenemos que hacer.”- Antes de amalizar lo que Jesús le contesta quiero explicar la manera como nosotros le decimos palabras parecidas: “Yo sé que mi vida no anda muy bien, y no precisamente en cuanto al matrimonio, sino en otras cosillas... pero cuando venga el Mesías... Es decir: Mira, ahora soy joven; ya asentaré la cabeza cuando me case. Y, si ya me he casado, pues ya asentaré la cabeza después de muchos años, cuando sea abuelo, pero de momento, de momento, no! Sí voy a cambiar, voy a hacerlo, pero ahora no!” Ese es el engaño con el que el demonio nos convence.No nos dice: “No lo hagas”, sino simplemente: “Espérate un poco, no te lo tomes tan en serio; ya lo harás, hay tiempo para todo”. Y te lo crees. Mientras tanto, él se da tiempo... y luego procurará que sea un no rotundo a la gracia. Ante este comentario de la mujer sobre el Mesías, Jesús le dice: “¿Quieres conocer al Mesías?” De veras, cualquier mujer samaritana o judía quisiera conocerlo. Por eso, así termina la conversación de Jesús con ella: “El Mesías es el que está hablando contigo”. Ella se quedó materialmente sin voz, pensando: “Con razón se sabe mi vida, y conoce lo de mi matrimonio y todo lo demás. Y he estado hablando con el Mesías, y no le quería dar ni un vaso de agua”.Y ¿qué hace? Había ido por agua, y deja el cántaro en el pozo y corre, corre a la ciudad: Algo urgente, importante, tiene que decir, y comenta a gritos a todas las personas: ¡Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho! ¿No será acaso el Mesías? Vemos cómo una persona, cuando está convencida, arrastra y convence. No era ninguna santa, pero cómo hablaría del Mesías que, efectivamente, se trajo a toda la ciudad. Y Jesucristo, que iba de paso, tuvo que quedarse dos días con los samaritanos. Porque le suplicaron y lo consiguieron que les platicara de la Buena Nueva, durante dos días.Jesús lo hizo, además, con mucho gusto, porque el problema para Jesús no es que haya personas, como tú y como yo y como otros que le digan: quédate, quédate con nosotros, platícanos, háblanos, si a eso vienes. El verdadero problema está en cerrarle la puerta, en pasar de largo, en decirle: “no nos importas, no nos interesas”. Y se quedó el Mesías. Y oyéndole personalmente los samaritanos se entusiasmaron con Él, creyeron en Él, y le decían luego a la mujer: “Ya no creemos por tus palabras, porque nosotros hemos oído, y sabemos que El es el salvador del mundo”.Pudiera ser que tu conversación con Jesucristo llegara, si le dejas, hasta ese momento, en el que tú descubres en Él, al poseedor del “agua viva”, al que tiene en su mano tu felicidad, tu realización, tu verdadera salud espiritual; que lo descubrieras como tu verdad, tu vida, tu camino y, entonces, harías exactamente lo mismo: dejar el cántaro. ¿Qué te importa el cántaro vacío de la vida, cuando has descubierto algo mucho mejor? Entre una vida que es más un sobrevivir que vivir y una calidad de vida, uno escoge la calidad de vida. Y, si ve que Jesucristo es el que tiene esa calidad de vida, no se le despega, le dice: “Quédate”, le dice: “Dame también de esa “agua viva” para que no vuelva a tener sed”. Además de dejar el cántaro, tú también irías a comunicar esta experiencia a otras personas, porque es una experiencia tan grande, tan hermosa, tan gratificante que no te la puedes quedar, como ella tampoco se la pudo quedar, e irías a decir a muchos otros: ”Vengan, vengan, tuve esta experiencia, ojalá Uds. también la tengan”. Primero te mirarán como a un loco o a una loca; después te dirán lo mismo que le decían a ella. Ojalá también me lo digas a mí:” Mire, padre, usted me entusiasmó con su charla, con sus reflexiones sobre Cristo, pero ahora yo he escuchado su voz, he sentido su amor, he probado su “agua viva”, y Cristo es todo lo que usted nos dijo y muchísimo más. Yo preferiría que me dijeran eso. No que yo les he convencido, sino que ustedes se han convencido probando el “agua viva” de Jesús. El día que tú conozcas así a Cristo, te pasará lo mismo: dejarás tu cántaro -¿qué te importa ya?- y correrás a buscar a otros para que vayan a El. Tratemos ahora de explicar un poco qué significa el “agua viva” que en definitiva, no es otra cosa que la gracia santificante: En primer lugar nos hacemos la pregunta: ¿Qué significa vivir en gracia de Dios? ¿Qué es la gracia? ¿Cuál es la diferencia entre un cristiano que vive en gracia de Dios y otro que está en pecado mortal? La gracia es una participación real de la naturaleza divina, algo que nos diviniza y nos hace semejantes a Dios. Pongamos una comparación: un hierro metido en el fuego se pone al rojo vivo: adquiere la forma de ser del mismo fuego. Pues bien, la gracia hace que nosotros nos asemejemos a Dios y vivamos una vida parecida a la de Dios: Un injerto de la vida divina en nosotros que hace circular la vida de Dios en nuestra alma. Si estás en gracia, circula en ti la vida de Dios, tu alma tiene vida. Si estás en pecado, tu alma no tiene vida, no circula por ti la vida divina. De ahí la inmensa diferencia que existe entre dos hombres de los cuales uno vive en gracia de Dios y el otro no. Por fuera, quizás no se perciba mucho la diferencia, pero por dentro, en lo íntimo del alma, la diferencia es total. Tú mismo puedes observar y sentir que eres bien distinto cuando vives en gracia que cuando vives en pecado. Eres otro hombre, otra mujer La diferencia es tan grande como el color blanco y el color negro, como la vida y la muerte.¿Por qué tantos cristianos que no viven en gracia de Dios? ¿Por qué pierden tan fácilmente esa vida divina? Porque no conocen su valor. Lo que no se conoce no se ama, no se valora. ¡Si conocieras el don de Dios! Para un cristiano lo primero y fundamental es vivir en gracia de Dios, lo primero es vivir. Sin esto seremos cristianos de carnet, de bautizo, de museo. El termómetro del verdadero cristianismo es el porcentaje de cristianos que viven en gracia de Dios. Y, puesto que es una vida, la gracia debe ser habitual, permanente, porque es vida. La gracia de Dios no es como un vestido de bodas, que se usa un día y luego se guarda. Desgraciadamente muchos la toman así, como algo extraordinario, y no debe ser : vivir en gracia de Dios debe ser lo ordinario y lo normal para un cristiano, debe ser lo más común para ti. Lo extraordinario, lo raro, debe ser el pecado en tu vida. Nunca debieras de cometerlo, pero, si tienes la desgracia de caer, debes liberarte de él cuanto antes. Decíamos antes que no se estima suficientemente la gracia de Dios porque no se conoce bien lo que es. Veamos ahora los efectos que produce en nuestra vida esta gracia de Dios.¿Qué es lo que sucede en nosotros, cuando vivimos en gracia santificante? En primer lugar nos hace hijos de Dios, nos eleva a esa categoría; y esto no es un decir, es una realidad. El evangelista San Juan lo afirma rotundamente: “ nos llamamos y somos hijos de Dios”. Por eso podemos llamar a Dios ¡Padre! con toda verdad y con toda alegría.En segundo lugar la gracia hace que habite en nuestra alma el mismo Dios. Cristo lo prometió claramente: “ Si alguno me ama, que equivale a decir: si alguno vive en gracia de Dios, guardará mi palabra, y vendremos a él y haremos en él nuestra morada”. Decía San Pablo a los cristianos de Corinto: “¿ No sabéis que sois templos de Dios, y que el Espíritu Santo habita en vosotros?” Cuando un cristiano toma conciencia de esta realidad, respeta su cuerpo y el de los otros, porque se considera a sí mismo y a los demás como templos vivos donde habita Dios. El pecado es una profanación de ese templo. La belleza de un alma en gracia de Dios es maravillosa; mucho más grande que la belleza del cuerpo. A veces van juntos la belleza del cuerpo y la belleza del alma en la misma persona, pero con frecuencia a un rostro hermoso no corresponde un alma en gracia de Dios, y entonces la misma belleza humana pierde categoría, se desfigura, porque unos ojos tristes, los ojos de un alma en pecado, no pueden ser unos ojos hermosos. No podemos dejar de traslucir hacia fuera lo que llevamos dentro. El que lleva a Dios dentro de su alma lo irradia, lo exterioriza, se nota; y se nota, también, cuando Dios está ausente de nuestro corazón. Se suele decir que los ojos son la ventana del alma, y es muy cierto: Unos ojos limpios, puros, alegres hablan de Dios, del Dios que está dentro. Unos ojos tristes, cansados turbios, dicen que les falta Dios. La gracia -decíamos- nos hace hijos del Padre celestial y templos vivos de Dios. También nos hace amigos de Cristo y ¡qué amigo es Cristo! Cristo es el amigo fiel, el amigo que perdona, que olvida y rehabilita. Cristo nunca traiciona, es siempre fiel. Y Cristo no roba a nadie, ni a los jóvenes ni a los adultos, como algunos piensan, nada de lo que hay de grande, de noble y hermoso en la juventud y en la vida. ¡Todo lo contrario! Cristo sólo nos prohíbe hacer lo que es para nosotros positivo mal; Cristo te dice: “No peques, porque serás infeliz”. Cristo no te prohíbe que ames; te pide que ames de verdad, que te diviertas sanamente, que busques la verdadera felicidad. Solamente quien es amigo de Cristo, puede encontrar el auténtico amor y la única felicidad verdadera. Porque Cristo es el hombre perfecto al mismo tiempo que es Dios. La gracia de Dios nos hace también herederos del cielo con Cristo: El que vive en gracia de Dios está con un pie en el cielo. Bastaría un empujoncito para entrar; tenemos el boleto de entrada. Si en este momento estás en gracia de Dios, piensa que el cielo es para ti. Si Dios te llama, allá vas con toda seguridad; pero, si estás en pecado, piensa que el cielo no es para ti, mientras no recuperes la gracia de Dios. Un hombre que vive habitualmente en pecado, se puede decir que prácticamente está condenado, que ya vive en el infierno, que su lugar está allí; sólo le falta entrar. La muerte fija definitivamente la posición que se tiene en ese momento. Estás en gracia de Dios: estás definitivamente salvado. Mueres en pecado mortal, estás definitivamente condenado. Ya no se puede cambiar de rumbo: por toda la eternidad seguirán así las cosas. De ahí la gran pregunta que debes hacerte a ti mismo. ¿Estás en gracia de Dios? ¿Si? ¿No? Si tienes que responder que no, tu negocio principal anda mal. Y ¿de qué me sirve que todas las demás cosas vayan bien? “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo? -dice Jesús- si al fin pierde su alma?” La gracia de Dios nos hace capaces de adquirir méritos sobrenaturales; en pecado no se puede merecer nada, no hay entradas.Aunque hagas cosas buenas, no te sirven de nada, porque estando en pecado no puedes merecer nada delante de Dios. Por eso, ¡cuantas páginas en blanco, quizás, cuantos días de tu vida desperdiciados en los que no ha entrado en tu alcancía sobrenatural ningún mérito! En gracia de Dios todo lo bueno que haces te sirve para merecer, te hace espiritualmente millonario. Aún las cosas más ordinarias, tales como el comer, dormir y el descansar son fuente de méritos incontables. ¡Qué bien entendía esto aquel anciano que, cuando le preguntaban cuantos años tenía, daba como respuesta: ”Tengo cinco años”, pues el resto de su vida la había pasado en el pecado. Aquí lo importante es que la vida se vive una sola vez. Una vez se vive la niñez y la juventud, y el tiempo para merecer es bien corto. Los años pasan demasiado veloces. Aprovechemos el tiempo para que no nos suceda esa terrible cosa de llegar a la hora de nuestra muerte con las manos vacías.Muchos podrán decir: “Eso de vivir en gracia de Dios es muy hermoso, muy grande, pero es una utopía, eso es imposible”. Para responder a esta dificultad bastaría con saber que hay muchos cristianos que viven habitualmente en gracia de Dios: Hay hombres, mujeres, niños, muchachos, muchachas que viven habitualmente en amistad con Dios. Si ellos pueden, quiere decir que se puede. Si ellos pueden, ¿por qué no vas a poder tú? Ciertamente quien vive alejado de los sacramentos, quien casi nunca se confiesa ni comulga ni va a misa, quien no sabe o no quiere sacrificarse un poquito, no lo puede conseguir. Pero, en este caso, no digas que no puedes, sino que no quieres.Es difícil, pero en gracia de Dios se vive mejor. Lo que vale cuesta. Y, porque somos débiles, podemos caer. Pero es propio del que cae levantarse. Lo importante es no seguir tirado en el suelo. He aquí unas reflexiones en torno a la vida de gracia santificante, en torno a la realidad más grande y hermosa que se puede vivir en la tierra. Eres y te llamas hijo de Dios. Dios vive dentro de ti mismo como en su propia casa. Sí, tu cuerpo es un templo vivo donde habita Dios. Eres amigo del mejor de los amigos, de Cristo. Tu patria y tu tierra es el cielo donde vivirás feliz eternamente. Todas las cosas que haces en tu vida diaria son una fuente incontable de méritos sobrenaturales; todo esto porque vives en gracia de Dios. Si vives en pecado mortal te pierdes todo esto; si recuperas la gracia de Dios, recuperas todo esto. ¿Estarás perdiendo miserablemente los años de tu vida? ¿Estarás ganado todo el mundo, y perdiendo tu alma? Y Dios ha dicho: “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si al fin pierde su alma?”

MEDITACIÓN SIMBÓLICA DE LA FE. 2008



El Atardecer de la Vida
La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va.

El sol se despedía del Imperio Tré. El vasallo caminaba junto a la anciana del molino amarillo. Iban conversando sobre la vida. - ¿Qué cosa es lo que más te gusta de la vida, anciana? La viejecilla del molino amarillo se entretenía en lanzar los ojos hacia el ocaso. - Los atardeceres –respondió. El vasallo preguntó, confundido: - ¿No te gustan más los amaneceres? Mira que no he visto cosa más hermosa que el nacimiento del sol allá, detrás de las verdes colinas de Tré. Y reafirmándose, exclamó: - ¿Sabes? Yo prefiero los amaneceres. La anciana dejó sobre el piso la canastilla de espigas que sus arrugadas manos llevaban. Dirigiéndose hacia el vasallo, con tono de voz dulce y conciliador, dijo: - Los amaneceres son bellos, sí. Pero las puestas de sol me dicen más. Son momentos en los que me gusta reflexionar y pensar mucho. Son momentos que me dicen cosas de mí misma. - ¿Cosas? ¿De ti misma...? – inquirió el vasallo. No sabía a qué se refería la viejecilla con aquella frase. Antes de cerrar la puerta del molino amarillo, la anciana añadió: - Claro. La vida es como un amanecer para los jóvenes como tú. Para los ancianos, como yo, es un bello atardecer. Lo que al inicio el precioso, al final llega a ser plenamente hermoso. Por eso prefiero los atardeceres... - ¡mira! La anciana apuntó con su mano hacia el horizonte. El sol se ocultó y un cálido color rosado se extendió por todo el cielo del Imperio Tré. El vasallo guardó silencio. Quedó absorto ante tanta belleza. La vida es un instante que pasa y no vuelve. Comienza con un fresco amanecer; y como un atardecer sereno se nos va. De nosotros depende que el sol de nuestra vida, cuando se despida del cielo llamado “historia”, coloreé con hermosos colores su despedida. Colores que sean los recuerdos bonitos que guarden de nosotros las personas que vivieron a nuestro lado.

EXPRESIONES LITÚRGICAS QUE DEBEMOS CONOCER



El Tiempo Ordinario de la Liturgia, ordinario no significa de poca importancia Celebremos el Tiempo OrdinarioOrdinario no significa de poca importancia, anodino, insulso, incoloro. Sencillamente, con este nombre se le quiere distinguir de los “tiempos fuertes”, que son el ciclo de Pascua y el de Navidad con su preparación y su prolongación. Es el tiempo más antiguo de la organización del año cristiano....

Año litúrgico


Celebremos el Tiempo Ordinario El Tiempo Ordinario de la Liturgia, ordinario no significa de poca importancia


Celebraciones Especiales



Vacaciones Escolares No es un momento litúrgico marcado por la Iglesia, pero siendo un tiempo de descanso y convivencia intensa, pueden aprovecharse para crecer espiritualmente .

Celebración de Sacramentos

Especial de preparación para el matrimonio Catholic.net invita a todos jóvenes que están preparándose para emprender su camino hacia el matrimonio y la familia a consultar nuestro Especial